Hoy se ha encontrado con un
rostro reflejado en una cartulina. Es el rostro de una joven de mirada
transparente. La boca apenas esboza una tímida sonrisa, los cabellos castaños y
cortos se abren en dos mechones caídos sobre la lisa frente. La nariz, que
apunta hacia arriba termina en dos aletas que se entreabren, su piel es de
veinte años, fresca y suave.
Se fija en ella, piensa en ella.
Puede leer en su alma. El rubor cubre sus mejillas. Adivina su espíritu frágil,
soñador, enfrentándose al mundo hostil…
No puede detener los pasos que la
impulsan hacia esa marea. Se sumerge en aguas heladas, tirita, sufre. La
corriente la arrastra, pero una fuerza revuelve su cuerpo e impide que se
golpee.
Poco a poco se acomoda e irrumpe
en la adultez. No es fácil nuevos embates sobrevienen, importa no sucumbir.
Piensa en las muchas veces que la
lluvia, desde entonces, azotó los cristales, regó campos y colmó lagunas.
Hoy es otro día. Se mira en el
espejo y ve el poso de aquella joven. La imagen es serena.
Un hálito de placidez envuelve la
figura que se mantiene erguida, desafiante. Los cabellos son ahora más largos,
en algún lugar quedó prendida parte de la frescura de su piel, pero, sin
embargo, la mirada permanece transparente, más profunda. Ahora, es incapaz de
ocultar su alma. Muestra su pasado en ocasiones anodino, en otras turbulento.
Ha amado, ha creado vida, ha colmado su copa.
¿Quién dijo que cualquier tiempo
pasado fue mejor? No lo cree porque, de cualquier manera, ella ama su presente,
ama la vida.

Parece que esa cartulina con rostro la pudiera haber encontrado yo. Es la vida misma la que reflejas. Bueno, la vida de alguien con suerte. A otros les fue peor
ResponderEliminarPuede que lo que se narre ahí no descubra toda la verdad. Los relatos suelen tener una parte de ficción.
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