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viernes, 17 de abril de 2020

PRIMAVERA, por CRISTINA ÁLVAREZ DE CIENFUEGOS



Aquella mañana de abril la primavera se mostraba risueña. Se había acomodado a lo largo del paseo, en las copas de los árboles, en el agua de los surtidores, sobre los bancos donde descansaban los ancianos de tibios semblantes.
El azul del cielo se desteñía ante el embate de los rayos y ya, no era tan azul.
Los paseantes caminaban despacio gozando la brisa transida de suaves aromas. El griterío infantil se colaba uniéndose, en singular armonía, con la algarada de los pájaros.


Ella, como el resto, caminaba ensimismada. Sorprendida por la presencia de la primavera que hoy,lucía sus encantos con la timidez de una adolescente.
Pensó en el impecable orden de la naturaleza que nos condiciona desde que llegamos a este mundo y cómo nuestro ciclo discurre paralelo a ella. Podría decirse que nuestra existencia, de algún modo, recorre cuatro estaciones. Desde nuestra primavera iniciamos un largo caminar cuyo ritmo, decae paulatinamente hasta alcanzar un invierno en que, una intensa nevada lo catapulta en la más ostensible quietud.
Muchas veces había considerado que ese proceso era cruel y sin posible alternativa. Razonándolo,era un panorama contradictorio ya que, el idílico marco de hoy, no guardaba armonía con ese final caótico y desesperanzado. Hay algo, que no concuerda con ese orden que viene a Arriba. Y, sin embargo, estremece pensar que el equilibrio cósmico se rompa al contacto de esta cosa minúscula que somos los humanos.
Difícil hallar la luz necesaria. Puede que ahí se encuentre el eterno secreto. Un secreto indescifrable a nuestra limitada inteligencia. Un secreto que se hunde en la noche de los tiempos y que, acaso, nos invite a abandonarnos en los sabios brazos de nuestra Madre Naturaleza.
Es el ciclo que comienza en el hondo de la nada y que prosigue el vuelo para, finalmente, descomponerse en el blando lecho de la tierra regada, como simiente renovada y savia vivificante. Es el misterio que se resuelve en un inmenso círculo y hoy, un día esplendoroso, se revela con la misma transparencia del cristal del agua.


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