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lunes, 13 de abril de 2020

EL ÁNGEL DE LA NOCHE, por CRISTINA ÁLVAREZ DE CIENFUEGOS



ELLA todas las noches se tumbaba en el sofá del salón, unas veces leía. Otras, atenta al televisor. Sumida en sus pensamientos oyó el pitido del móvil y en la pantalla apareció una nota:
- buenas noches princesa
a continuación, tecleó
- buenas noches amigo…
- seguro que duermes
- no, estoy en el sofá
Tras unos instantes de titubeo ella le preguntó
- ¿de dónde sacas esas fotos? Son impresionantes
- ¿cómo lo sabes?
-lo vi en tu perfil. ¿las expones en algún sitio? Yo también soy aficionada a la fotografía
- oye, ¿sabes que me gustas? yo también lo vi en tu perfil
- bueno, no sigas te estás pasando
- es la verdad, me gustas ¿puedo llamarte y charlamos un poco?
- si quieres…
Sonó el teléfono y la voz de él era cálida, envolvente, entonces ella se abandonó y su voz a él también le pareció seductora. Hablaron y susurraron.
A partir de ahí todas las noches ella esperaba…

Me tapo la cara con la sábana, también los oídos. No quiero ver ni escuchar nada, es la hora de las visitas y en la habitación apenas caben dos camas. Luego los familiares acuden en tropel, hablan y ríen. A mí no viene nadie a visitarme, a estas horas todos trabajan, pero es mejor así, no puedo contener las lágrimas me duele la rodilla, me avergüenzo de que me vean.
Cuando salí del quirófano el cirujano me dijo que todo salió bien, que con una buena rehabilitación volvería a ser la misma, pero ahora me veo sin fuerza.

Aquel día amaneció lluvioso, era temprano, no podía dormir y salté de la cama en dirección a la cocina. Como un autómata encendí la radio y conecté la cafetera
-hoy me toca correr y, aunque llueva no pienso cambiar de idea.
Corrí parque a través sintiendo cómo una ducha fina bañaba mi rostro, el resto de mi cuerpo se guarecía bajo el chubasquero. Corrí y corrí sorteando los charcos desperdigados por la senda, en el cielo un débil reflejo intentaba colarse por entre las nubes.
Al llegar a la playa, con la marea baja el arenal se extendía hasta el horizonte, y por la primera rampa descendí.
–qué latigazo en la rodilla, no me puedo mover, no respiro ¡auxilio, ayuda!
Mi cuerpo se desplomó y un murmullo de voces chirrió en mis oídos, al abrir los ojos las luces rojas parpadeaban y el blanco de las batas me devolvió a la realidad.
Durante el trayecto no podía soportar el dolor, solo el rostro de aquella enfermera suavizó la situación.

- Hola princesa buenas noches, cómo deseo conocerte…
- sí, pero lo nuestro es un absurdo, una fantasía, a lo mejor cuando me conozcas ya no te gusto
- me vas a gustar mucho más y nos vamos a enamorar
- ¿quieres que te llame ángel de la noche? siempre te apareces a esas horas…

-Una mala caída, pero tranquila a veces duele mucho, aunque no parece tan grave, seguro que tiene arreglo
-pero a dónde me llevan, déjenme ir a mi casa, ¿no ven que estoy empapada?

En la habitación hay un hombre que me observa, le parecerá extraño verme tan sola pero no dice nada, otros han venido a ver a mi compañera de cama, ella sí que recibe visitas.
Poco a poco las voces se van acallando, se despiden con abrazos y sonrisas, pero él, distanciándose de los demás se aproxima a mi cabecera y con un susurro me dice:
-hola princesa siento que estés así, seguro que mejorarás,
yo le correspondo
- hola ángel de la noche, al fin has llegado.








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