Vistas de página en total
sábado, 9 de mayo de 2020
CUENTO DE "LA DAMA DE HIELO Y EL HOMBRE ENCADENADO", por CRÍSTINA ÁLVAREZ DE CIENFUEGOS
Había concertado una cita con la Dama de Hielo en la ciudad de ella. Días atrás el
encuentro tuvo lugar en la ciudad de él donde, según la Dama todo pareció discurrir con
total normalidad. Fueron unas horas de armoniosa compañía y muestras de amistad por
ambas partes.
Aquella mañana él, la llamó a las diez y le dijo que a las once llegaría al lugar donde
vivía ella. Le daría un toque de teléfono cuando estuviera allí. La Dama de Hielo se
preparó con especial esmero para recibir a tan solícito galán y cuál fue su sorpresa
cuando a las once sonó el teléfono y, cogiéndolo con premura y con la convicción de
que él ya se encontraba muy próximo en la distancia, sonó su voz que, en tono suave le
decía que, por ciertas obligaciones domésticas, (ella pensaba que eran servidumbres de
hombre encadenado), no podía acudir a la cita que días antes había concertado con ella.
Entonces la Dama de Hielo se heló un poquito más y aceptó sus disculpas porque ella
era muy educada y comprensiva.
Él le dijo que la llamaría a casa en quince minutos puesto que ella en esos momentos
había ido al cajero. La Dama de Hielo subió en el ascensor un poco desencantada pues
su galán la había decepcionado. Entró en casa y pensó en los poemas de amor que él le
había mandado. En esto sonó el teléfono y nuevamente la voz de él intentaba justificar
lo que a ella le había parecido un desplante y, no solo eso, él le contó que se había
puesto muy seductor, vestido de negro. La Dama de Hielo le escuchaba sin pestañear
- el domingo iremos a comer a tu ciudad y, de aquí a una semana quizá podamos
vernos-
Entonces la Dama pensó que seguramente sería cierto lo que él le dijo la última vez que
se vieron mientras ella conducía y escuchó de sus labios que no pensaba verla nunca
más.
Más tarde, de vuelta a casa abrió el buzón para ver si había llegado el cuento que él le
había anunciado. Y así fue, el remite decía “De cine Azul”. Entró en casa y, después de
tomar asiento abrió el sobre con impaciencia y comenzó la lectura del relato.
¡Vaya! Pensó, de Dama de Hielo me ha convertido en “musa rojilla”. Pero sus ojos no
se detuvieron ahí, devoraron cada una de sus letras. Él le hablaba de muchas cosas: el paseo por su lugar de trabajo, por la catedral, por el casco antiguo bajo la mirada disoluta de don Fermín de Pas y, a continuación, enumeraba una serie de sorpresas que para ser más precisos se reducían a tres. Las dos primeras se referían al atuendo de ella que, a los ojos de él parecía sumamente provocativo. Nada más lejos para esa Dama virtuosa que provocar a “hombres encadenados”. En estos casos lo correcto es una sincera amistad.
Pero la tercera sorpresa la dejó más perpleja, se refería al sonido de un inoportuno móvil, ¡cuántas conjeturas erróneas sacó él! ¿pero cómo pudo imaginar tan disparatada historia? Ahora se explicaba el comportamiento que tuvo por teléfono.
Y la Dama ya no supo qué pensar, solo sintió una profunda desazón pues él en el cuento
se despide con la siguiente frase: “no la pienso ver más” …
Bueno querido, bromas aparte creo que el viernes no podré acudir a la cita. Voy a
intentar mandarte esta historia por Internet, si no lo consigo te la daré en mano la
próxima vez que te vea.
Hasta entonces recibe todo el “afecto” de tu “musa rojilla”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)


No hay comentarios:
Publicar un comentario