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martes, 31 de marzo de 2020

MARTES NEGRO

Tal color le dieron hoy en varios medios de comunicación al aciago  martes  de esta primavera que pasa ajena a nuestros problemas. Ni que decir tiene que el bautismo  se debe a las estadísticas que se empeñan en sumar en negativo día tras día. "El pico" del que tanto nos hablan desde el Gobierno no termina de llegar. Aunque, a decir verdad, no tengo muy claro si una vez alcanzado mejorará nuestra situación. Se trata, por lo que yo quiero entender, de que comiencen a quedar libres  las Unidades de Cuidados Intensivos para, qué curioso, poder seguir recibiendo pacientes. Hasta ahí lo entiendo, pero me intranquiliza pensar que se trata de que no enfermemos todos a la vez para poder ser atendidos. ¿Acaso se espera que enferme toda la población? Esperemos que no sea así. Y así lo ve nuestro amigo el pintor Valentín del Fresno con este hermoso cuadro con el que ilustro esta entrada que es una bocanada de aire fresco en momentos tan complicados para todos. Lo que dice Valentín, ya lo decía mi abuela. Por lo que sé que es cierto.

lunes, 30 de marzo de 2020

"EL CUADRO", por CRISTINA ÁLVAREZ de CIENFUEGOS


SE CONVOCARON reuniones en torno de aquella mesa donde cada miembro de la junta proponía su idea. Era preciso rescatarlos del olvido en que habían caído por falta de espacio donde exhibirlos. Permanecían ocultos, perdidos, sin destino. Ellos, que hicieron gloria en el ateneo decorando las primeras exposiciones, cuando sus pinceles comenzaban a despuntar. Sí, era de justicia alumbrarles nueva vida. Sería en un libro, un libro de oro, algo excepcional.
Se repartieron las obras y sus autores. Cada cuadro era un mundo de sugerencias. Era preciso investigar sobre ellos y plasmar tanta belleza con su debida reseña. Comenzaron a elaborar el trabajo, las nuevas tecnologías sirvieron de ayuda. En cada una de sus páginas figurarían el pintor y sus obras correspondientes, aquellas que formaron parte de las exposiciones.
Laborioso trabajo, pero al fin, se culminó con notable éxito. Todo acabado y llevado a la imprenta.
Aun así, faltaba algo…había un cuadro entre los demás, con flores y autor desconocido. Su firma, en la parte inferior derecha, resultaba ilegible salvo la inicial que podía adivinarse como una F de contornos curvilíneos. Representaba la figura de una mujer sentada en su taller, de espaldas al espectador. En sus manos unos pinceles tratando de plasmar sobre un lienzo todo el cromatismo de aquel búcaro sobre la mesa. La pintura en sí, era una belleza. Pero resultaba imposible incluirla en el libro puesto que carecía de autor y, por consiguiente, nada se podía decir acerca de su biografía. De modo que, con gran pesar, por parte de la junta, se decidió prescindir de ella.
Pero en uno de aquellos días en que ya, se había dado por finalizado el trabajo y puesto a disposición de la imprenta, se presentó un joven que se hacía llamar Fabiani. Explicó y habló de una mujer situada en las postrimerías del siglo XIX que había consumado su corta vida en el arte de la pintura. Siendo muy joven se trasladó al país vecino formando parte de la bohemia parisina. Al principio como modelo, más tarde y tras haber aprendido de los grandes maestros, se consagró como pintora firmando sus trabajos bajo un seudónimo masculino.
Aquella historia comenzaba a tomar cuerpo. Se cruzaron los interrogantes, pero nada se pudo averiguar sobre los motivos que llevaron al joven, de porte distinguido y tez sumamente pálida en aquella tarde, en que el olor a hierba flotaba en el aire, a presentarse en el ateneo.
Fabiani narró lo que, desde chico oyó contar a su padre. Todas las miradas atentas en torno a él que, con voz grave comenzó a hilar unos hechos ocurridos mucho tiempo atrás.
La joven del cuadro, que se vio obligada a posar como modelo, dada la penuria en que vivía, se llamaba Flora y fruto de un amor con un compañero de taller, nació su padre. En un principio Flora solo se dedicó a la crianza de su hijo ya que, jamás reveló a Mauricio, que así se llamaba el progenitor, el secreto de su embarazo. Ella se tenía por una de sus muchas amantes. De modo que el niño creció entre lienzos y pinceles que era todo, además de él, lo que Flora poseía. Fueron muchas horas las que pasó atento, con la mirada eclipsada en las manos de su madre. Aquellas telas representaban mundos en los que la mitología y el realismo de los paisajes tocaban cotas muy altas. Pero un día contempló a su madre en una actitud insólita. Se hallaba en el taller, sentada frente a una mesa con un jarrón de flores de luminosos colores. Alrededor, un juego de espejos dotaba a aquel espacio de un aire casi misterioso y en el caballete un lienzo con los primeros esbozos de lo que, más tarde, sería un autorretrato.
Fabiani carraspeó y su tez pálida cobró un tinte ceniciento. Hizo una pausa, como para recuperar energía y prosiguió el relato.
Recordaba a su padre cuando, por las noches, reunidos al calor del brasero les decía
-          Hijos nunca olvidéis a vuestra abuela, fue una gran mujer avanzada a su tiempo cuando el mundo era solo de hombres. Ella, con su esfuerzo y trabajo dignificó la condición femenina-
Cuando Flora dio por finalizado el cuadro, habló con su hijo y le encargó que lo considerara su mejor legado y que nunca se desprendiera de él. Precisó aún más y le hizo partícipe de la verdadera intencionalidad de la obra. Aquel lienzo guardaba un testimonio y era el de dar a conocer la situación en que la mujer se encontraba en aquella sociedad misógina. Su autora, representada de espaldas, ocultando su rostro y su verdadera identidad, eran todo un símbolo.
Pasados muchos años, una serie de acontecimientos, cambiaron el curso de la historia.
Se declaró una grave epidemia de gripe provocando numerosas bajas y afectando al joven Fabiani que hubo de ser hospitalizado. A partir de ahí se perdió todo control del cuadro, llegando a desaparecer su rastro. El resto fue un misterio sin aclarar.
Sobrecogidos por tan estremecedora historia, los miembros de la junta, acordaron por unanimidad, rendir el merecido homenaje a aquella valerosa mujer.
El cuadro de la mujer sin rostro, de autor desconocido, una vez rescatados los vivos colores que la pátina del tiempo había depositado en él, se expuso en la presentación del libro que el ateneo había preparado. Asimismo, se le incluyó en su interior con la debida reseña y, efectivamente la F que figuraba en la parte inferior derecha quedó completada con la firma que, ahora rezaba Floro Fabiani.
En el inferior una nota aclaratoria con la verdadera identidad de su autora.

CRISTINA ÁLVAREZ de  CIENFUEGOS, coordinadora de las actividades poéticas del ATENEO JOVELLANOS  de Gijón




domingo, 29 de marzo de 2020

DESPUÉS DE QUINCE DÍAS

Ya hace quince días que no pongo un pie en la calle. Se podría decir que soy muy obediente. No es del todo cierto, pero necesidad obliga. Continuamente me repito la cantinela de que a salud es lo primero. Se me viene a la cabeza eso que decimos todos los años cuando  nos toca la lotería: que haya salud. Y este año, ni a la mayor parte de los españoles nos tocó, ni hay salud para todos. Eso sí, para unos más que para otros. Demasiadas personas sufriendo en los hospitales y muchas más confinadas como yo en casa. Hoy mi casa, como la de casi todos los ciudadanos, se ha convertido en una jaula. De oro, ciertamente. Porque estar rodeada de tus cosas, de tus libros, con tu música... es una suerte enorme. Pero es posible que hasta ahora no haya sido consciente de ello. Es decir, hasta hace quince días no me había dado cuenta de que era feliz y afortunada. Ahora toca, lo que toca: resistir. Por mi, claro está y por los otros. Para no ser el vehículo que transporte ese maldito virus. Que por ser, es hasta invisible. Una guerra silenciosa, con el enemigo agazapado en cualquier esquina. No podemos tocar, no podemos besar, no podemos acercarnos. ¡Ay Dios!, esto qué es. Supongo que nunca lo sabremos, lo que nos digan los científicos estará bien, aunque cueste entenderlo. En todo caso, me he dado cuenta de que los seres humanos que tan importantes nos creemos, no somos nada frente a la naturaleza que crea esos monstruos microscópicos que ahora nos atacan sin piedad. película, película de ciencia ficción. Y de las buenas. Solo falta el final, ahora no lo sabremos en un par de horas, como en el cine. Habrá que espera, pero cuánto. A saber, lo que la Divina Providencia que dirían unos tenga decidido y  en todo caso lo que un científico iluminado -o muchos conjuntamente- tarden en desenmascarar ese diabólico mapa genético  que constituye su genoma. O algo así, que de científica no tengo nada.